El pintor Henri Matisse titulaba tiempo atrás «Luxe, calme et volupté» una de sus obras y exponente del puntillismo. Algo asío podriamos decir del lugar al que hoy nos llevará esta historia que, espero, haga las delicias de los más foodistas y puntillosos del panorama actual. Hoy nos vamos a un recoveco flanqueado por los carteles de antaño y los destellos del ayer. En Ronda Sant Pere y, con una estratégica puerta trasera para eventos de otras índoles, presentamos a la creme broule de la ciudad, una ferretería reconvertida en restaurante con muchos secretos ocultos entre sus paredes y bodegas. En esta ocasión, por tanto, nos sumergimos en el lujo, calma y voluptuosidad de manos de casa Rafols y su oculto club 61, un secreto a voces de lo más exclusivo.
Un exquisito y clandestino universo de posibilidad, ese sería mi lema para el restaurante del Born Casa Rafols. Las indelebles pisadas de lo auténtico impregnadas en el presente y renovadas. Se trata de un lugar aparentemente más que, de más no tenía, tuvo, tiene y dudo que tendrá ni un ápice. Su historia hace aplauso a lo multifuncional y a sobrepasar los aparentes límites desde sus orígenes, y es que, no en vano nuestra protagonista de hoy ostentó el título de ser una de las más bellas y excepcionales ferreterías del siglo XX en la ciudad de Barcelona.
Fundada en 1911, el repiqueteo de la forja y el hierro no sería el único sonido que se ocultase entre sus paredes. Comedores clandestinos y protección clerical eran máximas durante la guerra civil al parecer. Este espíritu se recoge y se renueva en nuestros días a modo de manifiesto. Proteger y dar cabida a lo oculto generando nuevos espacios con perspectivas nuevas y apertura mental. Un juego que impregna el ambiente hasta elevar su alma a una nueva disciplina que trasciende los orígenes y los embellece. Como ellos nos susurran, con el mismo cariño con el que durante 100 años se escogieron tuercas, clavos o tornillos, ahora son seleccionadas las suculentas sangrías de la casa, las cervezas, vinos, embutidos, pescados, conservas y otros productos de proximidad hasta rematar con un brindis por los sueños cumplidos. Así pues, a dos pasos de la magnífica entrada a la Exposición Universal de 1888, Arc del Trionf, encontramos una placa en forja que recupera el lema de «casa Rafols». Con complicidad, entre disertaciones y murmullos, comienza una historia que cobra importancia durante la guerra civil, cuando la familia Rafols servía comidas clandestinas en este sótano que ocupaban los almacenes de la ferretería.
En esta ocasión nos dejamos llevar por los aromas más añejos, la experiencia reinventada de su elenco de expertos en la materia prima, el proceso, el conjunto, la venta, la maquetación, la presentación y el trato. Hoy paseamos entre hierro, acero, madera, ritmos de saxo y sonrisas entre, lo aparentemente nuevo y, sin duda lo tradicional, que no lo viejo. Hoy en casa Rafols nos embriagan los detalles, los sentidos (sensoriales) y el sentido (seny), una atmósfera tan cargada de historias, historia y sueños que, sin duda hará delicias de mente, cuerpo y espíritu para trasnsportarnos con aire de jazz a nuestro propio epicentro, en otro punto del tiempo y del espacio.
Un amplia gama de posibilidad, un abanico de experiencias y un elenco de detalles que van desde la vanguardia hasta la tradición más genuina y arraigada, componen el entramado puzle del local. Pasearse por Casa Rafols es bailar en un apartente mismo punto entre muchos universos. Se nos presenta un local miltifunciones, con vida matinal, vespertina y nocturna. Se trata de un local dado a recrear tantas experiencias gastronómicas y no gastronómicas como podamos imaginar. Lo público y lo privado se entremezclan en casa Rafols y sus bajos fondos, un club privado y exclusivo llamado club 61.
El Club 61 es una coctelería clásica con ambiente “speak easy” jazzy. Según sus creadores: «el piano, sus sillones rojos de terciopelo, sus lámparas modernistas y su impresionante techo de 4 metros con voltas catalanas invertidas (del que sólo se conservan una veintena en la ciudad), lo convierten en el espacio perfecto para organizar cóctel party y eventos grandes.
Además,encontrarás distintas dependencias, su private garden, el salón principal, sala privada con acceso a la cocina y bodega, despacho del señor Rafols y el Underground. Este último tiene acceso pasando unas grandes cortinas de terciopelo rojo.se tarta del antiguo taller de la ferretería. Un espacio con una luz roja tenue, paredes verde bosque y una larga barra de espejo antiguo que, afirman, esta inspirado o recuerda el universo de “David Lynch”. Es el lugar para emplazar eventos más alternativos, donde escuchar música y bailar. Cuanto menos una opción sugerente que ya se puede reservar y que,ze podrá seguir disfrutando más intensamente en febrero de 2019.
El ambiente general de casa Rafols, se diluye entre pizarras y detalles. Su microcosmos nos da la bienvenida mientras nos inundamos de los exquisitos aromas que salen de las marmitas del chef. Una congregación clerical y férrea de suculentos materiales decididamente estudiados. Un juego camaleónico a través de una gama cromática para día y noche, rojo, claroscuros, terciopelo o la madera de la oficina del señor Rafols, hoy sala de juntas,eventos y comidas. Las coquetas mesas en las que los comensales degustan sus platillos, comparten y sonríen, tambien tienen mucho que decir, así como la imponente barra que nos recibe ante sus salones de baile y cocktail de mayor o menor privacidad.
Casa Rafols, como se puede ver, es un estudiadísimo proyecto en el que el esmero y la implicación brillan por su presencia. Pertenece al famoso grupo Balcastro y, sus platos o experiencias están pensados para disfrutar y compartir bocados e instantes. Balcastro son artífices también de la exquisita y pintoresca Casa Lolea. Lolea es ese pintoresco local presumido y juguetón que coquetea con sus hermanos y primos Elsa & Fred o Biscuiter, igualmente en el Barrio del Born. Decir Balcastro en Barcelona es, sin lugar a duda, sinónimo de éxito seguro. Sello indiscutible de confianza, unidad, mimo, calidad, familiaridad y tradición y excepcional materia prima. No es raro que me declare fan indiscutible de todo su género y multiples conceptos desde hace ya años. Prueba sin ecuánime de su carácter y excelencia son los platos del universo de Txemi Andrés Alonso, tanto los fijos de carta como los estacionales y sorpresa. Además de proporcionar nuevas experiencias y opciones variadas en carta del club, tanto gastronómicas como en cokteleria, diferentes al salón comunitario. Otro punto fuerte son los proveedores artesanos que nutren el local y que veremos a continuación desfilar por el elenco de protagonistas.
Al igual que tras los topos y platillos de Casa Lolea o, tras los gofres y crepes de Le Biscuiter, casa Rafols nos lleva por el mundo del escondrijo, los túneles de escapismo, las salas ocultas bajo amplias salas vistosas, universos paralelos de luces y sombras que juegan con el beneplácito del público y la bendición de las familias o, con las más especiales y extravagantes noches de jazz clandestino ante los engranajes del ayer. Un local más del grupo pero, no uno si más. Casa Rafols hace honor a la impronta del tándem de sus creadores, el matrimonio formado por el Barcelonés Bruno, la Argentina Sofi y hoy en día su adorable bebé.
Bruno ejerció como director de hostelería de grupos como Grandvalira en Andorra o Aramon en Aragón. Su trayectoria cuenta con muescas como la apertura de seis restaurantes propios y creado, junto a tres socios, la archiconocida y variada Sangría Lolea. Sofía ha trabajado más de 10 años junto a Bruno como su mano derecha hasta que en el 2011 abre su propio restaurante junto a su hermana, el “Elsa y Fred”, también en el Borne. Con el tiempo, esta pareja fuera de serie se lanza a la apertura de la heladeria “Biscuiter”, la vermuteria “Casa Lolea” y mas recientemente el restaurante “Casa Rafols”
Un ingente collage de ingredientes de estilismo, buen gusto y categoría se entremezclan para configurar, por tanto, el universo en el que germina Casa Rafols. La delicatessen se mezclan con la tradición. Se dan cita en a ritmo de jazz, sobre los cimientos de pasadizos y clubs por los que clérigos y otros seres se escondían y daban cita en tiempos del ayer. El arroz con leche, la trata de manzana, los sorbetes, la leche frita y el tintineo de la cocina se conjuga con los decorados y fogones, con pan crujiente amasado a mano o, con el sello de productores de confianza como la bacallaneria Rafols, su proveedor de anchoas el pescador Pepe o la familia Solà de Argentona, panaderos desde 1615.
De hecho, la susodicha panadería es otro must que encontrar en el recinto. Un local en el que tomarnos algo, adquirir producto de calidad y poder dejarse llevar hasta más allá del anochecer como Casa Rafols, no es extraño que nos sorprenda con artículos gourmet, al más puro estilo concept store, integrados en el Marco del restaurante. La panadería es algo similar. Como se ha indicado, Casa Rafols trabaja con la familia Solà, artesanos del pan desde generaciones. La familia Solà ha optado por selecciones a Casa Rafols para ser su primer y único punto de venta al detalle. El origen del Pa Solà remonta al 1615 cuando se construyó en el municipio de Sant Boi de Lluçanès (Barcelona), la masía Can Solà. Fue la primera casa del pueblo y por tanto se horneaba el pan para todos los vecinos. Desde entonces siempre ha habido “un Solà panadero”. Hasta hoy Pa Solà mantiene su carácter enteramente familiar y su pan se sigue elaborando con métodos artesanales y manuales.
Siguiendo, así mismo, la filosófica de casa Rafols todas las preparaciones son caseras y adquieren la forma de: platos de cuchara como arroz con bogavante y Jerez, pastas y canelones, mariscos diversos, huevos, tostas, embutidos, pescados (ahumados y marinados), siempre de lonja capturados bajo técnicas artesanales como en anzuelo-pincho, escalivadas coronadas con espárragos cojonudos, salmón, exquisito ceviche de lubina, sardinas, calamares o boquerones, el foie, la dey age vaca vieja gallega, con maduración mínima de 5 semanas, servida a partir de 100 gramos, raciones según el apetito del comensal y, cómo no, tapichuelas que compartir entre las que los mejillones tigre o el croquetón de jamón son dignos de mención.
En definitiva, apuestan por reavivar el sabor de siempre y reinventarlo con la confianza que le brinda el cuidado de la materia sin enmascarar. El producto de alta calidad ha de potenciar su sabor, no caer en la redundancia. Esto queda de manifiesto reflejado en una cocina non stop de 9 a.m a media noche de lunes a domingo. Estamos ante una carta que apuesta por platillos que emanan del recetario tradicional y, así mismo conjugan nuevos detalles gracias a un maridaje multicultural. Bajo esta tesitura, incorporan ingredientes y técnicas que dan nueva vida a los sabores de siempre. El saber hacer, el cuidado, los aromas y sabores se mezclan con el refinado emplatado para recrear una fiesta sensorial a gusto del comensal.
Como has podido ver en este viaje a través de un amplio espacio con barras, salones,salas y salidas privadas en los que discurren fotogramas de la vida y las historias más peculiares, tanto Casa Rafols como el club 61, pueden recrear el Marco idóneo para tus actividades más carismáticas, optimizando muchas de tus experiencias solo, en petit comité por encargo o en multitud y amplia compañía. Espero que hayas disfrutado tanto como yo llevándote a recorrer todos sus espacios laberínticos y suntuosos.
¿Dónde encontrar Casa Rafols?
Ronda de Sant Pere, 74, 08010 Barcelona entrada a Casa Rafols y Carrer de Trafalgar, 61, 08010 Barcelona para acceder al Club 61, un restaurante y bar de jazz que abre en la planta baja. Puedes realizar tu reserva en su teléfono +34 93 625 82 00. Descubre más sobre ellos en su web y sus redes como Facebook o instagram
⭐Gracias por compartir juntos este espacio de encuentro y nuevas experiencias. Espero que te haya sido útil y te haya aportado valor. Además te dejo las otras secciones de Crealidades por si te interesan y son contenidos coherentes contigo. Espero que esta guía te sirva para querer descubrirte en cada instante.
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