Tecla a tecla comprenderás que «dejar ir» es «dejar llegar«. Es entregarse a la vida, abandonarse en confianza. Dejar ir es Ser. Ser es comprender lo real y por ello abrirse a soltar cargas, losas, preguntas innecesarias que te conectan a las capas de cebolla y no al núcleo de la Verdad.
Dejar ir es disfrutar. Disfrutar es ligereza pues conlleva el respiro de «perdonar y liberar emociones de conflicto. Dejar ir comporta el permiso. Es un permitir que la armonía natural y la claridad imperen. Es un permitir que te inunden, contemplando el milagro presente que la confusión de las creencias y programas en lucha te ocultaban.
- Dejar ir es «soltar« el muro que aleja y repele lo que ansías. Un muro que te engancha en el conflicto ilusorio de espejos y espejismos huyendo o luchando ante tu propio reflejo sin percatarte.
- Dejae ir es como atravesar un laberinto de espejos, humo y velos en el que pierdes perspectiva de la salida o el punto final, para quedar en el laberinto tratando de solucionar las ficciones de esa etapa, luchando.
- Dejar ir es soltar la obcecación y la lucha. Dejae ir es disolver el muro de falsa identidad (laberinto, niebla, confusión), el cómo que te despista y te deja en bucle en la lucha interna, infinita, conectada con la impotencia.
- Dejar ir es ganar perspectiva al permitir dejar llegar la Verdad. Es la claridad tras la niebla, la calma que te regula y es luz en la oscuridad, es el llamado a seguir el conocimiento sabio de tu corazón. La sabiduría del corazón tiene llamados de deseo. Ese deseo del corazón es un deseo libre de apego. Ese deseo es un inicio y no un fin en sí mismo. Ese hálito es solo un llamado que te hace cumplir la Voluntad de tu esencia.
Dejar ir es es dejar llegar al hacer al ego –la falsa identidad, irreal, constructo o traje- a un lado. Dejar ir es entregárse en con-Fe-anza. Abrazar la Certeza y el poder de reconocer quién eres y tu naturaleza. Dejar ir es acoger con compasión y amor, la belleza del Ser, sin negar nada, abierto a todo. Dejar ir no es resignarse sino comprender que eres la solución a tus preguntas y la llave de tu candado. Dejar ir es abrirse a lo posible, soltar para saltar, descubrir y redescubrir la vida cuan sorpresa.
Dejar ir es rendirse al Poder interno en un puro Permitir. La rendición no te aleja del objetivo, la rendición te da claridad y te muestra el camino real. Dejar ir quizás no es lo que crees, por ello este artículo. El artículo de hoy es una reflexión a modo de carta y manifiesto. Espero de todo corazón que te resulte de utilidad. Quédate con aquello que resuene en ti y liberarte de todo punto donde el sesgo de la interpretación intente aferrarse. Eres libre, hazte cargo. Con Amor profundo, una parte de ti, «Raquel».
«Querida tú/querido yo [dos puntos)]:
No te hagas sufrir [Coma]
Suelta el cautiverio de lo efímero y transporta tu vida al escritor que teclea y decide, más allá del personaje que vive encarcelado en su guión [punto y a parte]
Deja ir es permitirnos y permitir llegar.
Reposar con tus puntos y comas. Respirar entre los textos del día, en los márgenes y sus puntos y seguido de aliento. Marcar los ritmos y pausas, acentuando los gestos.
Dejar ir lo que pesa, al comprender lo que sobra. Y lo que sobra es tu carga, no es esa imagen que borras.
Se tata de Ser. Ser lo que Eres, no lo que ocurre. Ser verdad, no ser quién responde ante una acción que, más que ser quién eres, te hace convertirte en lo que te pasó. Se trata de ser esencia, no consecuencia. Se trata de Ser. Es Ser coherente y ser selectivo. En tu lugar ponerte al ser honesto. Eso será lo más importante pues lo urgente es fútil y vence presto.
Cuestiona lo que pareciera antes de reaccionar, verás si te toca a ti o es algo que has soltar.
¿Algo has de solucionar, soltar o transformar? Es una posible pregunta.
Dejar ir, dejar llegar, es darte cuenta de que a veces no se trataba de SOLUCIONAR nada. Quizás se trataba de abrazar todo, fluir guiado por tu manantial de sabiduría interna en lo que te hace vibrar en una avalancha de alivio y apreciación. Dejar ir es dejar llegar al abandonarse, entregarse y permitir soltar.
Dejar ir es soltar fuera lo que te consume y te resta energía. Dejar ir es invertir esa energía en la construcción. Dejar ir es danzar, y a ello te invito.
Invierte y proyecta la energía en lo nuevo, en la posibilidad que deseas, en lugar de ir a llevar las flores a ese lugar donde yacen las ideas muertas.
- Dejar ir es Perdonar. Perdonar es soltar, soltar es liberar. Liberar es dejar llegar, dejar llegar es recibir. Recibir es permitir que tu sabiduría interna te ilumine y te colme. Esa sabiduría y esa inteligencia que sana tu cuerpo y te permite respirar sin tener que poner atención a su regulación sabe de tus deseos y anhelos libres de sesgos. Perdonar, dejar ir, liberar, soltar, entregarte es el precioso regalo de vivir en Presencia y autenticidad.
Dejar ir es dejar llegar.
No es resignarse ante nuestros sueños sino tomar sendas frescas y aparentemente insospechadas para que estos sueños se abran paso de forma libre y te encuentren. Permitir que lo que creas con la mente se manifieste en tu vida. Abrir sendas y hacer que ellos mismos se postren ante ti.
Dejar ir no es pasar, es disfrutar de tu visión y hacerla eco de tus pasos. Para ello necesitas un compromiso y una prioridad con tu corazón. Dejar ir es recuperar y reclamar tu energía siendo el punto de apoyo de acción, no de reacción.
Dejar ir es dejar llegar la renovación al soltar conversaciones difíciles, infructuosas, bucles y situaciones o personas que no requieren tu atención. Liberar condiciones que quizás parecieran no resonantes. Dejar ir con amor a personas que no te quieren escuchar y tienen todo el derecho a no hacerlo. A su vez te permiten dejar ir y liberarte de luchas y cargas.
Dejar ir es darnos permiso. Abrazarnos a nosotros para permitirnos alejarnos de esas situaciones con alegría y autoafirmación. Alejarnos no siempre es marcharse, sino crear espacio creativo y constructivo a nuestro alrededor. Ese espacio fértil del Autocuidado es evidente al reconocer que lo que sobra no es el qué, sino la emoción del apego. Dejar ir lo que pesa, no lo que ES, cuando lo que sobra es la lucha.
Dejar ir es dejar llegar, al soltar todo lo que te refleja tu ausencia y necesitad de lejanía, para ser en ti más cercano. Contactar con tu sabiduría interna es soltar y entregar. Discernir y dejar eso que no tiene interés en tu presencia o eso parece. Dejar de forzar y mendigar es ganar energía para regalarnos a todo aquello que sí quiere invitarnos a su vida
Dejar ir es permitir lo que mereces. Comprender y darte cuenta de que muchas veces has querido ser uno más, encontrar aprobación, hacer todo lo posible para obtener aprecio de lo que te rodea. Abrir ojos y ver con claridad como este impulso roba tu energía, te desconecta del Ser mermando tu espíritu.
Reclamar tu energía es hacer acopio de tu esencia y decretar tu herencia por derecho de existencia. Esa energía puede ser utilizada para celebrar con el mundo que te rodea y contigo mismo. Dejar ir es dejar llegar un mundo que no exige nada y que te entrega siempre todo en lo esencial.
Dejar ir es comprender que cuando empiezas abrazar la vida con propósito, alegría, interés y compromiso, no actúas, Eres. Te centras en la raíz armonizando y desplegando tu relación con la verdad.
Dejar ir no es fingir que algo no te importa, ni perder el objetivo. Dejar ir es soltar lo que nunca quisiste Ser y aquello que te has acostumbrado a creer necesitar. Es soltar la tapadera que sientes que te hace homogéneo y aceptable en un mundo que secretamente sientes que no te representa.
Dejar ir es silencio creativo. Dejar ir es escucharte en la inmensidad. Dejar ir es permitir soltar los «cómos» y abandonarse al Ahora, a la certeza y sentido íntegro de tu voz interna.
Dejar ir es Ser, soltar eso que creías necesario para obtener la aprobación que sentías necesitar. Dejar ir es abrazarte, apreciarte y estar ahí para aprobarte.
Dejar ir es esa caricia suave y libre que deshace con sus sacudidas lo que jamás fue real. Una vulnerabilidad que es fortaleza y permite que en el silencio, la esencia se presente clara, ante nosotros, inundando todo.
Dejar ir es liberar el miedo, la rigidez, la inflexibilidad, la perspectiva sesgada y las emociones que te llevan a estar dominado por una ilusión de carencia o resistencia.
Dejar ir es dar espacio a que llegue lo que amas por senderos frescos que jamás pensaste. Dichos senderos no podían ser vistos por la hoja de ruta manida y explotada. Sino que, esos nuevos mundos solo podían ser creados por una mente libre, conectada con la fuente de poder inalterable que todo lo Es.
Dejar ir no es cargarse o quitarse capacidades, sino abrirse a la posibilidad soltando ideas concretas y viendo lo anhelado allá donde veíamos humo y sombras. Dejando de buscar tesoros en la ficción y abrazando el milagro de lo que unos nuevos ojos son capaces de admirar y reconocer.
Dejar ir, no es dejar ir a la persona, evento, circunstancia de nuestras vidas, aunque a veces al permitir que esto se aleje de nosotros, reconocemos que no era algo que expandiese nuestra felicidad y nuestro Ser, sino algo conocido y cómodo que nos era fácil de manejar.
Dejar ir no es tomar decisiones en lo drástico o dar portazos muy dignos para el ego. Dejar ir es permiso y libertad. Es dejar ir el miedo de perder y carecer al reconocer que aparentemente lejos o aparentemente cerca todos somos lo que Es y, por ende, estamos unidos en el entramado de la Verdad.
Dejar ir es comprender que ese entramado existe sea donde quiera. Que los tirones de los nudos de la vida y su tapiz son imprescindibles para el juego de formas. A veces lo más apropiado y amoroso para el conjunto, más allá del apego de los hilos y su experiencia, es que los colores se encuentren unidos en amplia distancia para configurar formas en la eternidad y servir al propósito mayor. No obstante, esto no significa aceptar un triste final al que amoldarse, sino una Verdad infinita que, Al abrir el corazón, no nos quita nada sino que, nos entrega la totalidad de la máxima felicidad perenne.
Dejar ir es comprender que no queremos cosas, solo ansiamos lo que creemos que esas cosas nos hacen sentir al experimentarlas. Por ende, más allá del personaje al que le otorgamos nuestra clave para experimentar, podemos abrir latidos y caricias al reconocer que, la clave y la verdad nos sacuden en el interior con infinita completitud cuando le damos permiso. Todo tiene lugar cuando soltamos el muro que nos distancia del a flor de piel.
Deja ir es permitir que lo que no resuena o esté listo para expandir el amor vibrando en una danza contigo vuele. Dejar ir es despegar alas valiente. Amarte es dejar llegar y permitirte aceptar lo que necesitas.
Ver más allá puede parecer algo aparentemente «difícil», elegirte y no aceptar menos de lo que sabes que mereces, abrazando lo que Es, aceptando lo que viene, comprendiendo y eligiéndote. Esto también es dejar ir.
Amar y apreciar con cuidado tu experiencia y serte fiel es lo mejor que puedes hacer por el mundo. Es ser fiel a tu pieza de puzle en el conjunto. Es dedicarte a expresarte en la experiencia. Es confeccionar tus «nudos perfectoz» en el «tapiz de la existencia», sin importar los nudos de quién creías que estar en tu dibujo y resulta que tenía que formar un ave o un árbol. Ser «lo que se es» es servir a la vida como espacio de creación y, por medio de su benevolencia divina, ser creador amoroso de la magnificencia del mundo.
Dejar ir es comprender que todo se inicia y acaba en ti, y no en lo externo. Por ende, vives tus decisiones y, necesitas observar para qué te has mandado esos mensajes desde una perspectiva más amplia. Sobrepasar o «dejar ir» la emoción en tus espacios. Consiste en dejar de actuar de acuerdo a nada y dejar ir la niebla que ofusca tu visión.
Dejar ir es florecer y evidenciar que la solución esta, estuvo y es Es siempre viva en tu interior y no en lo externo.
Abandonarte en la premisa del cuidado y el reposo. Avanzar en un baile coherente, ponerte en tu lugar como esa pieza de puzle única , con fin necesario y ser selectivo, pues no todo encaja en todo lugar para que sea perfecto, eso será lo más importante. Seguir tus anhelos lúcidos como llamado del Ser y entregarse a sus pasos por dónde tu confianza y Corazón retumbe.
Dejar de mendigar amor, permiso y dejar de posponerte. Dejar ir es dejar llegar.
Dejar ir es ganar energía para regalarnos a aquello que sí quiere invitarnos a su vida.
Dejar ir es comprender de corazón y agradecer ese discernimiento. Dejar ir es dejar de aferrarse al intérprete de la obra al que añades todas las connotaciones que odias, que amas, que anhelas y encontrarte a ti en ese juego de luces y espejismos.
Dejar ir es entender lo que tú no querías. Ver que experimentaste encontrar «esos eventos» para comprender en profundidad que lo que «creías querer» y sostenías como base de tu felicidad, era en realidad un autoengaño. Apreciarás que no todo el mundo era tu hilo contiguo en el tapiz y, por ello no parecía listo para seguirte a aquel lugar. Esa comprensión es alivio y confianza. Gratitud.
Dejar ir jamás significó que hubieras de cambiar lo que eres, porque tu trabajo y tarea no es cambiar, sino permitirte Ser soltando cada capa de cebolla que impide tu discernimiento y te disfraza.
Dejar ir es saber sin creer, pues toda creencia es falacia y la experiencia es Verdad irrefutable en tu ahora. Dejar ir es saberte milagro perfecto tal cual, aquí y ahora.
Se trata de ir más allá, al origen, observar y sentir, escucharte, cuidarte de verdad y mejor. Significa seguir a tu Ser real, tu sabiduría atenta y eterna, integral, tu instinto intuitivo. Dejar ir significa que debes dejar ir aquello a lo que no le toca acompañarte porque no crea una sintonía armónica, a lo que te aferras al pensar que pierdes sin saber que la perdida es imposible porque no puedes perderte a ti mismo y eso que ves no es más que tú mismo.
Dejar ir es soltar lo que no está listo para acompañarte ni resuenan con tu Verdad. Estar en una sintonía y en una frecuencia que deseas, no en una cuya emisora detestas y mostrar que te amoldas a ello y encima te gusta. Esta angustia es por amoldarse a lo que uno no es. Es ir contra natura. Vivir y Ser es abrazar la vida y bendecir el ponerse en su lugar preciso. A nadie jamás le sirvió un motor de camión como un corazón de ser humano, aunque con el ingenio de Ironman pudiese hacer realidad la función, el real quizás era más sencillo, útil y poderoso, sin consumir esfuerzo en el asunto.
Si te has sentido obviado, mermado, excluido, insultado, azotado, olvidado o ignorado por las personas a las que les regalas tu tiempo, puedes abrir más tu corazón hacia ti. Comprender que tú fiel deseo de cuidarte buscó una tapadera para poder ser libre y no amoldarse a lo que se suponía que había de ser.
Abrir el corazón a pleno es dejar ir. Sinceramente es identificar donde había un escape de gas y poder poner remedio antes de la explosión. Liberar presión contenida y poder ver naturalmente lo que existe detrás de tanta intensidad. Pura belleza e inocencia aunque te hayas olvidado.
Recuerda, no te haces un favor al seguir ofreciéndoles tu energía y tu vida. Vales mucho más y eso te hará explotar y perderte..
La verdad tu danza no es para que todo el mundo la dance y no todos han de danzarla. Eso es maravilloso, cada uno prefiere un movimiento o baile sutil. Tú has de disfrutar de las melodías y bailes que te hagan sentir vida y pasión, No se trata de intentar que funcione algo que se coge con pinzas. Estarás bailando los pasos de otros y ese baile obligado es lo que te apaga y te mata. Amoldarte a eso te hace sentir ansioso y experimentar rechazo, pues es ir contra ti mismo. No obstante, escucharte y ponerte en tu lugar, interpretando tu papel en alineación desde ya, no cuando algo externo ocurra, lo cambia todo. Permítete.
Esto es lo que hace tan especial y te lleva a ver que, solo por existir habrá personas que te aprecien y te busquen. Pero si eres una flor tratando de ser otra, vivirás angustiado y los que te buscan se sentirán confundidos, solo encontrarás a los ciegos que no te ven.
Sabrás lo precioso que es porque has experimentado lo que no lo es. Permitir que se vaya todo lo que te resta energía y te consume porque te estás agotando sosteniendo de modo infinito algo que hace tiempo que emigró a otros lugares. Permitir es dejar ir, entregarse y abandonarse como el agua del río, que puede helarse y romperse o fragmentarse y, se derrite, fluye, avanza y se disuelve impregnando el mundo sin ponzoña. Saber, se trata de saber que el río fluye en un espacio infinito, sin prisa y sin pausa, sabiendo que siempre hay un océano del qué forma parte. Así eres.
Eres Verdad. Eres ilimitado, no ubicable, Real, eterno, infinito.
Solo paralizado por tu decisión de experimentarlo, y aún así, jamás quieto.
Dejar ir es, renacer en ti
Más allá de tus versiones o de la posibilidad que habitas Eres. Dejar ir es entregarte a Ello.
Dejar ir es comprender que tu problema no es pedir mucho, sino que, no comprendes tu naturaleza y te conformas con demasiado poco.
¿Cuándo el príncipe fue siervo mendigando al mendigo?»