Hoy viajamos por un collage de realidades paralelas en un punto genuino y con carisma propio: León. Los puntos de vista se conjugan rítmicamente conformando un caleidoscopio de perspectivas diversas, con un mundo natural de trasfondo. Un emblema histórico a su vez de protagonista: León, esencia literaria y reserva de la biosfera que, hoy decide subirse a la palestra de este artículo e invitarnos a soñar. Un universo de posibilidades nos espera en León. Y si no, como veremos de manos del tío Pepe y Colón, “por allá tendremos la estación”.
*(Nota: las fotos para este contenido han sido cedidas por Turismo de León a Crealidades con la asociación de Radio Viajera.)
No nos adelantemos y abracemos con ilusión y tino todo lo que nos depara el viaje por las palabras que recién comienza. Disfrutemos de los primeros aromas del otoño maravillados por las Reservas de la biosfera. Curioseemos agazapados, saboreando los susurros de los cuentos y relatos añejos y así, seremos exploradores incesantes de sus piedras. Seremos visionarios dando buena cuenta de sus miradas ocultas, cuan espeleólogos de sus costumbres y su literatura. Si nos fijamos bien, veremos cómo nos encaminamos sin demora a recorrer ese paraje de sueños y ensoñaciones, Castillos templarios, Ancares, pallozas, hórreos, robles, valles, macizos, herencia romana que engalanan la naturaleza con minas de oro, gastronomía y patrimonio que se presentan y se entremezcla con los ecos de otros relatos y enseres que son susceptibles de dejarte en cuestión de segundos “en Babia”. En esta ocasión recorremos León: tierra de “apasionadas pasiones”.
Si uno duda de ello, que las caminatas por los macizos calizos más extensos de la Europa Atlántica, esos que componen parte de su orografía, hablen por sí mismo y nos dejen sin aliento de la conmoción. Que estos nos vean implorando más ante el templo de las deidades naturales en Picos de Europa.
Redundancias e hipérboles a parte, los diversos congresos literarios acaecidos desde 2010 definen León cuanto menos como tierra de introspección y latido. Describen la literatura de la región, a mi parecer, como ese trazo de pluma peculiar, dotado de infinidades de enfoques literarios distintos. Concretemos un paso más. Y es que, como suele suceder, se dice que hay tantos paisajes como escritores.
Así mismo, es necesario puntualizar la existencia de un denominador común que puede servir de hilo conductor para ordenar los escenarios de la intrahistoria leonesa. Para algunos entendidos este denominador podría apuntar a “la atmósfera que lo envuelve todo con la presencia del frío, de la soledad, de la muerte en algunos casos, del empleo metafórico de un paisaje agreste o una sensación de pérdida por un ambiente de la infancia y una cultura rural hoy desaparecidas”. Esta concepción queda reflejada de forma tangible por el profesor universitario, economista y escritor Leonés Óscar Gutiérrez Aragón, en su magistral obra “Druidas bajo la Luna”, cuando inmersos en la descripción latente del paisaje de Barrios de Luna en la noche, culmina dando ese broche poético final a la trama:
[…]“Éramos los señores de la noche, recorriendo caminos, montes y aldeas, mientras sus moradores dormían ajenos a que guerreros silenciosos vigilaban sus sueños. Éramos conocedores de secretos milenarios grabados sobre la piedra, a la luz templada de la misma vieja luna llena de siempre. Éramos libres” […]
Nos internaremos así en un universo sensorial y altamente sensitivo, colmado de matices culturales y colores cuan piedras preciosas engarzadas. Una fiesta de pinceladas multicolor. Al contemplar sus parajes de ensueño, podemos evocar con facilidad el significado de lo expuesto enfrascados ante uno de sus máximos exponentes. Encontramos dicha profundidad en el reflejo una de sus piedras preciosas más cotizadas: el Bierzo y su paraíso UNESCO. Seremos deslumbrados aquí por las Médulas romanas. Ellas, impertérritas ante el paso del tiempo, acariciadas por el sol de octubre, nos dejan maravillados admirando la eternidad, rendidas ante el ocaso.
A medida que profundizamos, podemos tomar aún más consciencia de su valor. Una vez lo hacemos fácilmente, podemos vislumbrar en León una joya pérdida y encontrada del panorama ibérico que retorna a reclamar su inestimable valor. Ese mundo que se encuentra en su justo punto exacto, ni más ni menos, a medio camino entre pueblo y cuidad, rural y urbano, el agreste y lo frondoso, lo cálido y lo gélido, la verdad y la Fantasía ¿Vemos qué nos depara?
Había una vez un lugar llamado León…
Comencemos por el principio de los tiempos y, para eso, permíteme hacer un inciso hablando de una historia que conozco bien:
Mi tío Pepe, oriundo de León, solía recibirme cada verano con una gran sonrisa y bocata en mano. Tras aspavientos que inauguraban la época estival, disponía en orden las cosas en su viejo auto, nos ayudaba a salir del autobús Galicia-León y, efusivamente explicaba el refrán “de siempre”, sin importar lo reiterativo que pudiera parecer. Los veranos de agosto comenzaban así, sin ocultar caras de felicidad al recibir la visita de su hermana y su pequeña sobrinita. Poniendo por bandera la magna ciudad, engalanaba su casa de fruta y flores sin perder detalle. Así mismo, la ciudad leonesa se tornaba aventura digna de admiración. Mi buen tío, que ya había preparado los columpios en su finca para que yo diese buena cuenta de los mismo, se despedía del ajetreo y barullo de la vida metropolitana anual durante un mes, rezando el lema de Colón: “si no te gusta León, por ahí está la estación”.
Llegábamos como siempre al atardecer a esa segunda residencia en el pueblo. El ritual era ya cotidiano entre nosotros. Un baile que conocíamos bien. Él entraba mis maletas infantiles en el maletero de su antiguo coche azul situado en la parte delantera del coche, donde hoy localizamos el motor. Acto seguido y tras acomodar nuestros enseres, disponíamos a nuestros pies las cestas con los huevos de su hermana traídos del pueblo. Cestas colmadas de cariño y buenos pensamientos, además de otros “pipiretes” como algún chorizo, embutido, legumbre estacional o el dulce de rigor que habíamos elaborado con mimo en casa para darle una sorpresa.
Nos acomodábamos de un brinco en el vehículo salido de cualquier película de Paco Martínez Soria y, prestos, salíamos de León hasta ese pueblo donde veraneábamos entre risas y jolgorios año tras año: una antigua aldea tocante a Valporquero. Rendidos ante el frescor de la tarde en la ladera, frente a su perfil de montaña, sentíamos a dos pasos de nuestros pies la latente arquitectura divina del universo. Se cernía ante nosotros incluso aún sin mostrarse, entre piedras y esculturas de estalactitas y estalagmitas. Estaba ahí, decorando las bóvedas y los alrededores de los lagos del interiorismo de sus cuevas. Habíamos llegado a León y sabíamos que empezaba otro verano más de conocimiento y aventuras familiares.
Y es que León expresa carisma y presencia. Se forja a fuego lento en el ánima de los oriundos y visitantes. Es uno de esos espacios legendarios donde los ilusorios velos del tiempo se hacen innecesarios. Se tiñen de esencia rural e intimista, carisma de literatos, maravillas del mundo que sus gentes entienden sin necesidad de explicación. Herencia de sangre, ADN natural del Leonés, espacios atesorados en pro de las gentes y la humanidad en sí misma: 7 maravillas y Reservas de la biosfera, en concreto, salvaguardan los tesoros naturales de la zona, y aun así, jamás necesitaron tal galardón para ser apreciadas por el buen conocedor de los suyo.
Ciertamente la provincia de León, dispone de siete espacios declarados y atesora la mayor concentración de Reservas de la Biosfera en el mundo como se apuntaba. Por ello hoy no voy a hablar de veranos e inviernos recorriendo Barrios de Luna. Tampoco le toca el turno a aquellas procesiones con pendones en semana santa que acababan en atracón de canutillos de crema de la tía Benilde y la tía Magdalena. Hoy León me inspira para escribirte de corazón a corazón, tecla a tecla, quizás no con tinta, pero sí con pasión.
No hablaremos de mí, ni de los míos, pero sí imprimaré la devoción del Leonés ante su tierra para dejarte boquiabierto como solo una buena nevada del valle puede hacer con su blancura luminosa y pulcra. Así como solo los colores rojizos del otoño ante las Médulas saben. ¿Nos animamos a descubrir está tierra de las maravillas?
Patrimonio y diversidad
León cuna acuñada de maravillas de la biosfera y de patrimonio cultural, gastronómico, histórico, etnológico y social. León, recovecos del camino de la Fe, en su ruta xacobea bordeando etapas como: Sahagún, Burgo Ranero, Mansilla de las Mulas, León capital, Villadangos del Páramo, Astorga, Rabanal del Camino, Ponferrada, Villafranca del Bierzo o Laguna. Un Camino con sonido propio que lo llama a uno por su nombre, si es que así ese uno lo siente. León, núcleo donde se antoja de un modo u otro la búsqueda interna y la introspección reflejada en sus novelas. Lugar donde se entretejen con la admiración a los atardeceres ocres, rojizos, las laderas de la tierra parda, oscura y los aromas estacionales que refrescan el alma. León, punto en el que la historia e intrahistoria van cogidas de la mano y se aúnan y hoy nos encontramos por medio de este mapa de rutas de palabras efímeras y esencia eterna.
Allá donde quiera que nuestros humildes pasos nos lleven de peregrinación, allá donde depositemos la mirada, allá donde uno esté, la tierra que cree ver ante sus ojos se encontrará con él mismo, relatándole esa historia necesaria cuan consuelo y alimento del espíritu, para imprimir una experiencia conjunta en el eco de la eternidad. Los secretos se manifestarán ante uno si éste es capaz de abrir mente y corazón más allá de la pupila, haciendo las delicias del explorador al ver manifestado el milagro de los sueños hechos realidad. Y es que en otoño las sinfonías de los árboles se tornan explosiones sensoriales al compás del festival cromático y el aroma de los bosques.
Amarillos, cobrizos, verdes o carmesís se conjugan con robles y castaños que reflejar en instantáneas de pupila y pálpito. Los pináculos de Médulas y montañas sobresalen entre los malaquita boscosos creando una fusión digna de plasmar en un cuadro. Así mismo y sobretodo, los paisajes y deliranzas naturales inspiran cuidado, familiaridad, mimo y protección. Por ello no es de extrañar que con tanto patrimonio humano latente la UNESCO haya declarado puntos de especial relevancia y, así mismo con tanto ambiente de arraigo León, es lógico sorprendernos con una región de notable valor ecológico y natural.
Esencia literaria y carisma autóctono de la Reserva de la Biosfera
Si profundizamos y realizamos una buena recontextualización descubriremos que el objeto al crear las Reservas de la Biosfera, era favorecer la conservación de biodiversidad relajando la presión del hombre. Buscaban propiciar que los ecosistemas pudieran sostener su capacidad de regeneración. En esta tarea se puso de manifiesto la necesidad del cuidado y la apreciación por las formas de vida ancestrales, de las comunidades y poblados originarios en pro de la memoria colectiva y etnológica.
Con el fin de alcanzar dicha consideración era menester cumplir con tres requisitos indispensables en dichos núcleos. Era necesario albergar en ese territorio una diversidad de sistemas ecológicos con “relevancia para la conservación de la diversidad biológica y que ofrecieran la posibilidad de servir como experiencias en las que conjugar desarrollo humano y sostenibilidad al mismo tiempo”. Así mismo y una vez aplicados los preceptos, aparecía la provincia de León, con siete espacios declarados, atesorando la mayor concentración de Reservas de la Biosfera en el mundo: Picos de Europa, Santa Marina de Valdeón y Macizo Occidental del Parque Regional de Picos de Europa, Babia, Valle de Laciana, Alto Bernesca, Los Arguellos y Ancares.
Los paisajes cambiantes y estacionarios así como los fenómenos más endémicos de estas maravillas regionales presentes en el código genético mental del Leonés quedan perfectamente definidos a mi modo de ver el la obra Druidas bajo la luna de Gutiérrez Aragón. El autor una vez más refleja todo este compendio de naturaleza y esencia étnica en este fragmentos altamente descriptivo del espíritu leonés, el aroma de su esencia, la atmósfera costumbrista y su el corazón de su jerga:
[…]Entramos en la aldea de Cuevas de Viñayo cuando el reloj marcaba más de las tres de la madrugada. Éramos conscientes de que todavía teníamos que regresar, pero aún así deambulamos por todo el villorrio, admirando sus robustas construcciones de piedra y madera de roble, mientras el cachorro, aún alterado por el episodio con sus congéneres caninos, se paraba a beber en cada arroyuelo que bajaba torrencialmente desde las peñas.[…]
Nos sentíamos druidas bajo la luna, herederos de la sabiduría encerrada en antiguas pócimas de queso y alcohol barato. […]
[…]A mediados de abril se produjo una de esas típicas nevadas tardías de primavera, que, en aquel año, vino además acompañada de un viento muy fuerte, fenómeno que en la comarca era conocido como cirria. Quedó el pueblo cubierto de una nieve faliscosa, muy fina y endurecida, parecida al granizo, que resulta muy complicada de retirar. Por eso, ese domingo, al acudir a la iglesia, todos los vecinos llevaban enfundadas sus madreñas, un calzado de madera típico de las zonas de montaña del norte que permite mantener secos los pies al caminar sobre el barro o la nieve, lo cual provocaba que el ambiente se viera envuelto de un concierto de chapoteos y repiqueteos. […]
Y es que no solo Gutiérrez Aragón en sus novelas «Druídas bajo la Luna» o “La bufanda de Alba” plasman toda la sinestesia del universo Leonés y su ambiente cognitivo concreto. Otros autores reflejan el acopio de mundos fantásticos y reales en la atmósfera del imaginario castellano. Por ejemplo, Jesús Fernández Santos recrea su idea de revolución asturiana en el balneario de Nocedo. Así mismo es la montaña de León la ubicación seleccionada para guiar la trama del protagonista de Los jinetes del Alba, Los Bravos o La que no tiene nombre. Otro ejemplo acontece junto al pueblo de Cadafresnas y bajo la Peña del Seo. Allí se ubican los restos de una antigua explotación minera de Wolframien En El Año del Wolfram el escritor berciano Raúl Guerra Garrido dispone la piedra angular e su obra.
Otros ejemplos relatados por la cronista del diario de León, Cristina Franjul él 27 de octubre de 2019, bajo el lema de “ Los paisajes de película de la literatura leonesa” los constituyen los mundos de Juan Pedro Aparicio. Al parecer “convierte León en Lot, un trasunto de la potente imagen bíblica que convirtió a Sara en estatua de sal para hacer con ella un arquetipo de la España de la época”. Así mismo la catedral de León se convierte en Retratos de Ambigú en el escenario principal de la novela de igual modo que Concha Espina describiría Astorga como “una ciudad desolada pero magnífica: «escenario de una historia romana y joya del terrible Almanzor”.
Lo urbano y lo cotidiano entremezclado con pasado y presente pero sediento de carisma leones. Así mismo se engendra Celama, el reino legendario de Luis Mateo Díez, que evoca los paisajes del Páramo leonés en tres obras inmortales: El espíritu del Páramo, La ruina del cielo y El Oscurecer. Según estas mismas palabras de Cristina Franjul “el autor dibuja un paisaje cuyo protagonista fundamental es la despoblación a través de una atmósfera crepuscular”.
Una vez plasmadas las visiones de las plumas de sus nativos, nos disponemos a vislumbrar unos breves apuntes que nos permitirán profundizar aún más en las maravillas naturales de León. Así mismo podremos deleitarnos también en sus reservas de la biosfera.
- Picos de Europa
Los Picos de Europa, son un claro ejemplo de esos paisajes capaces de dejarnos sin habla. Extensión de macizos calizos atlánticos que se tornaron en su día abanderados de la protección natural. Fueron declarados primer Parque Nacional de España. Reconocido a nivel mundial por científicos y espeleólogos por su complejo sistema kárstico y por el conjunto paisajístico y ecológico general.
Se trata de una magna masa forestal dispuesta entre gargantas, valles altos, laderas, paredes, canales, agujas, llambrías y torres donde el agua desaparece gracias a la porosidad de la roca inherente a dicho sistema kárstico. Cuenta con unas 250 cumbres cuya altitud asciende a los 2.000 metros y con 14 de ellas que se sitúan con una altura superior a los 2.600 m y se dispone limitado y atravesado por distintos ríos que configuran una estampa idónea para la escalada, el senderismo, la práctica de deportes de aventura o simplemente para dejarse asombrar por sus espectaculares vistas. Su deleite se degusta con alguna opción de ruta, como la Ruta del Cares. También es posible embelesarse por la arquitectura tradicional de los valles de Sajambre y Valdeón. El primero está situado en la cabecera del río Sella y en plena Cordillera Cantábrica. Así mismo, conforma junto con el anexo Valle de Valdeón, la Vertiente leonesa de dichos Picos de Europa y pasa por ser no sólo uno de los valles mas bonitos de León, sino de toda España.
- VALLES DE OMAÑA Y LUNA
Un territorio de riqueza climática, ecológica y geológica asombrosa. Altamente conocido por amantes del senderismo y las rutas, así como profesores de geología y ciencias de la tierra que deseen mostrar a su elenco de alumnos lo que la palabra “triglobites” atesora en su haber tras el paso de las eras.
Todo buen alumno de universidad ha hecho su visita a Barrios de Luna en algún instante que se precie por una y otra razón. Efectivamente se trata de un núcleo fronterizo entre el área climática mediterránea y la atlántica que proporciona el afloramiento de una diversidad natural y cultural característica. Presenta un importante catálogo de endemismos vegetales y es el área de reserva más extensa de la provincia.
- Babia
¿Quién no ha estado en Babia en alguna ocasión? Los reyes del ayer desde luego sí. Allí se disponían estacionalmente liberando cuerpo y mente en sus quehaceres ociosos. Así mismo con el fin de perder la noción del tiempo y hacer acopio de energía el ayer se conjuga con el ahora creando un marco idóneo para el descanso.
Encontramos en Babia un valle de notable amplitud, rodeado por cumbres que superan los 2.000 metros de altura, entre las cuales sin duda destaca el macizo de Peña Ubiña con sus 2.411 metros. Justamente en este punto se extienden los lindes en los que los medievo se adentraba a cazar la nobleza y realeza del país, debido a su ingente riqueza en lo referente a la fauna y la flora. Su marco paisajístico también merece la pena. La confluencia de 3 ríos conforma una región que baña sus tierras con el Sil, el Luna y el Torrestío.
Los municipios de San Emiliano y Cabrillanes conforman la zona y relatan la historia de la región ligada a la trashumancia como principal forma de vida. La vulnerabilidad actual de dichas costumbres hace prioritaria la conservación de las tradiciones y el aliento de la memoria colectiva de la singularidad étnica. Como apunte final se recomienda disfrutar de las peculiaridades arquitectónicas La Cueta, Torre de Babia o Riolago.
VALLE DE LACIANA
Ubicado al norte de la provincia, en la cabecera del río Sil, rodeado de un circo de cumbres que coquetean con alturas de 2.000 metros, encontramos el Valle de Laciana (municipio de Villablino), un oasis de excepcional riqueza natural donde el río Sil y sus afluentes nutre y protegen los hábitats del: el oso pardo y el urogallo. Este espacio vulnerable se caracteriza por el compromiso adquirido por las poblaciones existentes en él para encontrar formas de desarrollo alternativas, respetuosas con el medio ambiente con el fin de conservar y proteger la seguridad del oso pardo y el urogallo
El portal de turismo de Castilla y León nos define el ambiente vegetal y natural de la zona compuesto por “amplias superficies de vegetación autóctona y uno de los bosques mixtos mejor conservado de la Cordillera Cantábrica de un extraordinario valor biológico: bosques de robles, hayas, fresnos, avellanos, salgueros, capudres, abedules, acebos, tejos ocupan más de 3.500 hectáreas de la Reserva, creando zonas de singular encanto. Por encima de los bosques dominan las arandaneras y pastizales de alta montaña, mezclados con matorrales.” E intenta acercarnos a sus entresijos proponiendo descripciones que susciten nuestro interés como estas:
[…] “El relieve que combina hondos valles con altas cumbres y el entorno natural invitan a la práctica de deporte al aire libre con un sinfín de recursos: castros romanos, cascadas, ermitas, chozos, tejos milenarios, lagunas y molinos son solo algunos de los tesoros que esconden las montañas. Caben destacar las denominadas brañas, zonas altas de pastoreo donde encontraremos innumerables muestras de arquitectura tradicional en forma de cabañas (algunas de ellas convertidas hoy en refugios de montaña).”
- Los Ancares Leoneses
Se sitúan en el noroeste de la provincia de León, dentro de la comarca de El Bierzo, lindando con la provincia de Lugo, en la que continúan los Ancares Gallegos y que cuentan en su parte leonesa con más de 67.000 hectáreas.
Los Ancares Leoneses cuentan con frondosos y verdes valles, destacan los sotos de castaños centenarios, como el Castaño Monumental “O Campano” en las inmediaciones de Villa de Acero. Caracterizado por su gran envergadura, él mayor de la península Ibérica, con un diámetro de 509 cm y una altura de 30 metros. Es, además, uno de los más longevos de Europa, con aproximadamente unos 800 años estimados.
Montañas vertiginosas que superan los 2.000 metros de altura, profundos valles, bosques centenarios, pueblos que parecen haberse quedado anclados en el pasado. una belleza natural que por algo fuera declarada en el año 2006 Reserva de la Biosfera.
Los Argüellos
Los Argüellos es una de las comarcas de León con más tradición histórica, conformada por los municipios de Cármenes, Valdepiélago y Vegacervera y Leer más siendo además Reserva de la Biosfera desde el año 2005. Compuesta por 33.260 hectáreas y situada en los municipios de Cármenes, Valdelugueros y Vegacervera en el norte de la provincia de León y lindando con Asturias.
Regada por río Torío y el río Curueño, dos protagonistas fluviales especialmente relevantes a la hora de dar dan forma en buena medida al patrimonio natural y cultural de esta reserva de Argüellos
En patrimonio natural destaca por sus espectaculares cuevas. Es el caso de las Cuevas de Valporquero. Por otro lado resaltan las Hoces de Vegacervera y Valdeteja, esculpidas por la erosión del agua durante siglos y que actualmente reflejan paisajes especialmente bellos de 500 metros de profundidad y no más de 15 metros de anchura en su base.
En lo tocante al patrimonio cultural el Imperio romano tiene voz y voto en el lugar. Numerosos puentes de hacen eco del pasado romano de la zona atravesando el río Curueño o plasmándose en sus calzadas romanas: calzada de la Vegarada situada en el término municipal de Valdelugueros y que da nombre al puerto por el que pasaba hacia Asturias.
Destino ideal para los amantes de la montaña, también destaca por su riqueza vegetal con bosques de abedules, sauces, hayas o álamos, además de la sublime belleza de las Hoces de Vegacevera o de cuevas como la antes nombrada de Valporquero y la de Llamazares.
En lo tocante a Valporquero, como mero apunte en nuestro cuaderno de bitácora, cabe reseñar que simple y llanamente constituye una maravilla de la naturaleza longeva. Aproximadamente hace un millón de años, en concreto en el Pleistoceno del Periodo Cuaternario de la era Cenozoica, cuando los primeros hombres ya poblaban la Tierra, las gélidas aguas del que ahora es el arroyo de Valporquero empezarían a filtrarse a través de las fisuras, grietas y poros de la roca caliza, articulando los decorados de este entorno divino que uno no debe perderse en su vista. ¿Hace falta más para animarse a realizar la peregrinación a sus inmediaciones y dejarse cautivar por el panorama geológico?
Un principio y no un fin
Espero que hayamos disfrutado de este entremés de peripecias por las reservados de la biosfera leonesa y sus encantos. Luces de la bohemia de Castilla, en su costumbrismo y saber hacer, dando buena cuenta de los susurros de los parajes. Pronto indagaremos más y mejor en sus senderos y caminos. Mientras tanto, te invito a viajar a ojos de buen leonés, quedándote embobado en Babia. Surcando aventuras por los recovecos de las palabras. Disfrutando, siendo libre de vivir, como ese buen druida en la nieve del invierno que sabe caminar con ojos abiertos bajo los colores pardos de los lindes del urogallo y el oso pardo.