Matsumoto está señalada como una ciudad especial, pero está más o menos en medio de ninguna parte. Cuenta con paisajes preciosos en medio de las montañas. Es un término municipal que en su inicio estaba formado por Matsumoto y las Cuatro Villas. Éstas últimas acabaron siendo absorbidas por el primero. Cuando llegué, o mejor dicho, en el momento de decidir realizar allí una parada para descansar y pasar la noche intermedia entre el Nakasendo y Tokyo (artículos que pueden ser de tu interés en la página web), no tenía ni idea de lo que me habría perdido de no haber parado. Fue una visita de paso, pero fue una preciosa sorpresa.
La toma de contacto y la sorpresa
En primer lugar toda la gente que encontré en Matsumoto era un compendio de amabilidad (algo muy típico en Japón, en realidad), sonrisas y agradecimiento. No obstante sufrí diversas anécdotas que lo recalcaron. Nada más llegar, un buen hombre me vio mirando el mapa. A pesar de intentar hacerle entender que el alojamiento estaba a escasos 100 metros de ese punto, el hombre me introdujo en su coche sin aceptar un no por respuesta. Mi cabeza por aquel entonces demasiado occidental, se preguntaba nerviosa si realmente era digno de confianza o si no estaría dejándose llevar demasiado por la ola de amor y paz del país y era una total locura encubierta. Una vez más la mente occidental se equivocaba de pleno. Me calmé bastante al ver una postal “al mejor padre del mundo” en el interior del vehículo. Ese hombre con esa postal y su bentobox en el asiento no podía ser mal tipo. Aquel hombre, al que desde aquí mando todo mi cariño, respeto y aprecio desde que introdujo mi mochila en el maletero, y me condujo directa al ryokan, proporcionándome un café de lata, que asombrosamente ¡estaba caliente! No se quedó contento hasta que vio que me registraba sana y salva en el lugar.
No salía aún de mi asombro, cuando otro suceso de interés tuvo lugar en el mismo ryokan. Era un lugar precioso, y se lo comuniqué a la propietaria. Muy amablemente se emocionó tanto de ver mi rostro saltando de alegría por aquel lugar maravilloso, que dispuso la tetera y el té matcha y me hizo un ritual del té improvisado que también llevaré siempre en el corazón.
Qué ver en Matsumoto
La ciudad es bastante bonita. Se trata de uno de los destinos olvidados del país, y creo que es un error. Se encuentra a aproximadamente dos horas de Tokyo. Si bien el interés principal de la ciudad está en un tesoro nacional de Japón: el fantástico castillo de Matsumoto. Es uno de los cuatro tesoros nacionales. Se llama castillo del cuervo por sus colores blanco y negro. Lo cierto es que no es el único, existen dos castillos cuervos en Japón por el mismo Motivo. Se trata de una fortaleza construida en terreno plano, lo que viene siendo de llanura. Al parecer es un castillo del SXVI-XVII conservado en su estado natural, solamente restaurado, no reconstruido como en otras ocasiones. Se trata del castillo de Tokugawa Ieyasu. Habíamos hablado anteriormente en el post de Kyoto de él, se trataba del Shogun unificador y centralizador de Japón del SXVII, inicios del período Edo.
Cuando vi el castillo de Matsumoto, fui consciente que era lo que estaba esperando del castillo de Nijo en Kyoto, cuyo interior me asombró al pensar que sería similar al de Matsumoto. Nada más lejos. Además históricamente es el castillo de madera más antiguo de Japón.
En general se trata de una ciudad pintoresca: ríos, colores y farolillos en la noche y sus templitos, jardines, zonas comerciales. Vale la pena pasear al anochecer, cuando la temperatura es más fresca, y el sol da un respiro.
El parque y la ubicación del castillo son muy bellos. Un punto extra es verlo a la luz de la luna llena, soy consciente de que eso es algo que no tiene por qué estar al alcance de todos los viajes, pero yo tuve esa suerte. Lo cierto es que la estampa de castillo, parque, lago y luna es digno de disfrutar.
Fue todo un acierto pasar por este lugar. Otra anécdota en mi paso por Matsumoto, fue despertar en la mañana con una vibración del suelo. Fui consciente de que estaba viviendo un terremoto. Las gentes de Japón están muy preparadas para los terremotos. En diversos museos y áreas de descanso como en Nara te muestra sillas y simuladores de este fenómeno y te explican cómo se preparan en arquitectura e infraestructuras y a nivel social. Es muy interesante. En realidad fui muy consciente del hecho, pero a pesar de que ascendió a grado 5 en Tokyo, en Matsumoto, o al menos desde mi ryokan, lo viví como un mero temblor. De nuevo una experiencia más.
Te dejo con esta foto, para que veas que cuando afirmo mi hipótesis acerca de la fiel pasión de los Japoneses por los helados, me baso en la experiencia de encontrarme esta estampa por doquier.
Gracias por tu tiempo, y por acompañarme una vez más. Espero de corazón que te haya sido de utilidad o que hayas pasado un buen rato conmigo. Si es así no olvides que tienes a tu disposición muchos más materiales acerca de rutas y viajes diferentes, secretos de distintos países y ciudades así como mis fórmulas para llevar a cabo la planificación del mismo en el apartado de lifestyle. Cuentas además con otras temáticas y vídeos que quizás te inciten a sacar lo mejor de ti mismo, y a ver que la vida de tus sueños está a tu alcance. Que recorrer el mundo, apreciarlo y descubrirlo es sólo una mera fórmula más de ejemplificar este hecho. También te recuerdo que puedes compartirlo si lo deseas en tus redes sociales, o con aquellos que creas que les va a ayudar. Me harás muy feliz con este gesto.
Mucho amor y hasta la próxima.