Tomar consciencia: La ratita que quería salir del ratontero

Hoy vamos a contar la historia de la ratita que quería salir del ratonero. Es el primer artículo de una serie de 3 que tengo preparada sobre las consultas y el tomar consciencia. Cómo cambiar el foco o el paradigma, reenfocar, dejar de creer ser víctima de las circunstancias y pasar a identificarse con el poder y la grandeza intrínseca de nuestra existencia (maestría). En este caso voy a hablar a modo de fábula de un caso de consulta real, en el que la persona se empodera y se abre a asumir su poder interno y dejar de proyecta escasez y desamor.

En la segunda parte de esta colección hablamos de casos de consulta en el que una persona decide asumir el papel de víctima o victimario sin empoderarse y de cómo ver esta opción sin juzgarla como una experiencia lícita más. Por último hablaremos como superar los anclajes y soltar lastre para no volver a la ratonera, reconocer la sintiepensación y nuestras drogas mentales o los anclajes que las siguen desencadenando mientras no se haya producido un perdón total de la situación. ¿Vamos con el cuento? También te dejo un vídeo por si quieres profundizar más en la programación inconsciente.

Clave: recuerda que hay una gran diferencia entre ser honesto en base a hechos y al presente con tu sentir, siendo consciente de que estás drogado y utilizar lo que sientes para regodearte en ese dolor.

El primero te libera de juicios y te lleva a soltar y liberar emoción (presión, ir usar los neuroquímicos como detector de honestidad y liberar memoria, desprogramar…). El segundo te atrapa y crea más juicios, refuerza el nudo emocional, y crea más conexiones neuronales y drogas mentales.

Había una vez una ratita que quería salir de la ratonera en la que vivía. La apatía y el hastío la consumían y nunca se había sentido parte de allí. Estaba tan acostumbrada a aquellos estímulos que ya había olvidado los tiempos considerados felices en los agujeros campestres. Lo que había partido de un ratoncillo de campo impetuoso y alegre, se había convertido en un ratón en su propia ratonera, sin la energía para salir.

Era guardian, carcelero y encarcelado de su vida de ratoncito enclaustrado

Nuestra ratita Margaret siempre se había esforzado consciente e inconscientemente por ser la mejor ratita del lugar. conscientemente porque escuchamos los diálogos de algo que nos dice lo necesario que es demostrar antes que ser. Esas punzadas por no sentirnos válidos y suficientes sólo por existir regalándonos a la vida. Inconscientemente, porque lo que nuestra ratita linda no sabía era que, quien hablaba no era ella, sino los ecos de sus programas mentales de roedor contenidos en sí misma.

Todas las respuestas, ya sean de supervivencia o de creación, estaban contenidas en su cuerpo de ratita como instinto primitivo de huida o lucha.

Estos programas existen en todos los seres porque son herramientas de supervivencia. Lo que Margaret no sabía era que muchas de esas herramientas estaban desfasadas. Al igual que a un humano, de poco le sirven las memorias para cazar un mamut en el centro de la ciudad en pleno siglo XXI a nuestra rata viajera de poco le servían esos «tengo que», «debo de» que no sentía coherentes y alineados con su ser. Margaret la ratita se había convertido en una máquina de hacer y demostrar con un insuficiente mental en todas sus calificaciones. Nada nunca era suficiente hiciese lo que hiciese. Se esforzaba por ser la gran estudiante, boca callada, bien complaciente, trabajadora.

Se podría definir por un esfuerzo tan cuantioso que, sostener en contra sí misma aquella personalidad de perfecta ratita era un arduo y cansino trabajo.

Cada día, la vida en la ratontera era mon´ótona e igual. Maquillar su esencia de libertad por un traje de perfecta rata mansa era lo que se comía con quesito del desayuno. A veces ese desayuno era hasta complejo, no entendía que no había que ayunar de queso, sino de pensamientos y obligaciones coraza contra su corazón. Aprisionaba en un corsé de aparente perfección sus sueños de flores y montañas lista para ser aprobada externamente. Tapaba sus ansias de soltarse la melena, pisar fuerte con sus sandalias y correr por cada bello rincón de los prados del mundo y se comía las lágrimas mojadas en resignación. Curiosamente, todo lo que realmente amaba: la incertidumbre, la aventura, lo espontáneo, era lo que temía por la falta de energía.

Estaba agotada y sentía que no sería aprobada. Además, no entendía qué sucedía en sí misma más allá de un: «no puedo».

En una ocasión  se sintió demasiado cansada. Era uno de esos días en el que estaba cansada de su vida y de ser lo que ella creía definir como «yo misma». En realidad no estaba cansada de ella misma. Estaba cansada de sostener un constructo que nada tenía que ver con ella. Así como la máscara acaba pegándose a la cara y siendo uno, como en el hombre de la máscara de hierro, así la personalidad se acaba convirtiendo en lo que somos si validamos esta idea. La alternativa es cuestionarlo. Podemos recordarnos que la personalidad no nos define, es un constructo automático que hemos validado mucho tiempo, sólo eso.

Podemos transformar el constructo de la personalidad, soltarlo y disolverlo en lo que realmente somos en esencia.

Nuestra querida ratita Margaret estaba harta. El cansino esmero y el peso de los kilos de disfraz que sostenía, crecían y le hacían olvidar quién había bajo tanta capa de putrefacción, teñida de aparente perfección. Ser la perfecta ratona ni siquiera era suficiente porque nadie estaba nunca satisfecho y la comunidad ratón siempre exigía y reprochaba más y mejor.

Margaret no sabía nada de que iba hipnotizada por los programas de su inconsciente, desconocía las dinámicas de la proyección, pero lo que sí sabía es que veía manifestados sus peores juicios, cadenas, miedos y temores en la pantalla del día a día.

¿Cuándo había cedido a ser doña ratona aburrida y no Margaret la aventurera? ¿Acaso su aventura era la aventura de la resignación? ¿Acaso había de conformarse con el tormento de las pesadillas nocturnas, por ser otra muestra del quiero y no puedo? En medio de esta tormenta de intensidad, la ratita Margaret decidió soltar unas lágrimas en la tetería de la señora Francis. Era un jardín, en la salida de la ratonera. Allí servían pastas y té.

Era un lugar que le gustaba para imagina salir de allí si fuese libre

Allí se topó con la Zorrita Nelson que pasaba de visita. La zorrita Nelson abrió sus enormes y profundos ojos y no miró las capas de disfraz. Tras Margaret, la ratona aburrida, estaba presente la verdad. Era una ratita impetuosa y libre, consciente, con ganas de gritar y saltar, brincar y probar los distintos sabores del plantea. Se sentó frente a frente observando sus lágrimas. Esas lágrimas en silencio venía de la fuente, del interior del corsé aprisionado.

  • Te invito a que bebas de esa fuente amiga, -le dijo la zorrita Nelson a la ratita Margaret.- Esa fuente emana todas las respuestas y la sabiduría que necesitas si la escuchas y la dejas fluir. Esa congoja te habla más que las razones que tú le pones a la congoja.

La ratita Margaret no entendía absolutamente nada. Ya sabía que esas lágrimas le hablaban, le decían:

  • «Pobrecita de mí, aquí solita esclavizada, teniendo que aguantar una vida en la ratonera sin escapatoria». ¿Qué quería decir la zorra esa? ¿Acaso se creía tan astuta? ¡Menuda era esa zorra!

Nota mental/ clave: ¿cuántas veces el consultante, ratita margaret, piensa eso del consultor, zorrita Nelson?

¿Cuántas veces nosotros mismos lo pensamos de la pantalla de la vida cuando nos negamos a mirar el aprendizaje o a reenfocar, centrados en la sintiepensación o la interpretación de lo que ocurre?(descubre aquí tu sistema de calibrado)

  • El agua habla por medio del silencio amiga. El silencio y el movimiento del agua te llevan por el río de la creación. -Le dijo la zorrita Nelson.- No le pongas voz o no escucharás la voz del agua ni de la fuente, sino tu propio eco y los ecos de esos diálogos con los que te atormentas y encorsetas a diario. Mira a tu alrededor, ¿Qué sientes? ¿Qué presencia te pide el agua? ¿Hacia donde te dirige ese río que emana en ti?

La ratita Margaret confesó de pronto que se sentía encorsetada. Nelson le preguntó ¿Dónde ves ese corsé? Margaret pensó un momento y observó que todos las eventualidades de la vida se lo mostraban. Quien debería de ser, en el trabajo, la famila, el hogar ratón, la escuela. Las comidas que decidía comer, las conversaciones que sostenía, su disfraz diario de Margaret ratona aburrida… Todo excepto sentarse a tomar el té y mirar la inmensidad del campo.

La zorrita Nelson le dijo: ¿Y bien, hacia donde corre el agua? ¿Qué limpia? 

Margaret lo vio claro. Estaba tan pendiente de la vida en la ratonera, ponerse su disfraz, encorsetarse y cansarse de esa vida que era materialmente imposible en tiempo y energía mirar los campos que rodeaban la ratonera y soñar despierta con ir más allá de los cerros. Estaba tan encorsetada y consumida por sostener a doña ratona aburrida y perfeccionarla, que a penas le quedaban ganas y fuerzas para poder soltar el disfraz y simplemente ser lo que ya era, la aventurera ratona.

Se dio cuenta de que ya ni se sacaba el corsé y el disfraz de ratona aburrida para dormir, porque era muy cansado invertir el esfuerzo de ponerlo y sacarlo cada día

El agua que emanaba de la congoja no era sufrimiento por no poder hacer algo, impotencia o frustración, esa era su propia manera de enfocarlo o verlo. El agua era la dirección, el agua la llevaba al río de la creación en el que ya estaba sumida. El agua la dirigía al agua de la vida, a vivir, a los campos, por eso sentía la congoja al verlos. Sólo la estaban llamando.

Lo cierto es que, siendo honesto, sólo ella y sus pensamientos la encadenaban a no salir de allí, pues la ratonera carecía de vigilantes más que sus grandes juicios: el miedo a defraudar, estar sola, o no ser suficiente.  ¿Acaso no se daba cuenta de que ya estaba en esa tesitura? Estaba sola sin abrazarse a sí misa, defraudándose a sí misma al no permitirse vivir y, por consiguiente, no siendo suficiente para sí misma.

Se percató, mirándose en el reflejo de su vida y a través de los ojos espejos de la zorrita Nelson que no se trataba de dar una negativa a la vida que llevaba, sino un sí a los campos y al rumbo que le marcaba su fuente de agua de vida.

La ratita Margaret comprendió que una cosa es lo que siento, otra de lo que soy consciente y otra lo que interpreto de lo que siento. Lo que siento me da la información que albergo memorizada, es una intensidad que si acojo con presencia me lleva a verme y a entender su motivo. Entender el motivo es ser consciente, mientras que sea consciente de una información y lo que me muestra y aún sienta intensidad, siguen existiendo anclajes sobre ella. Lo que interpreto es lo que creo que ocurre sin pararme a tomar consciencia, a reenfocar la realidad y a buscar el recurso que me aportaba.

En palabras más técnicas: lo que siento me da la información de mis memorias emocionales albergadas en la mente inconsciente. Lo siento porque es efecto de la interpretación, es decir de los pensamientos que albergo automatizados, acumulados en el inconsciente. El ser consciente es comprender y abrazar la información del inconsciente y tomar decisión, existan aún anclajes o no.

Este cuento expresa un caso de consulta. comprendido que implica un cambo vital y una trasformación a todos aparentes niveles: profesional, personal, social, nos percatamos de la realidad. Todos los niveles son en realidad sólo uno, cambio de percepcción, mentalidad (foco) y por consecuencia su expansión en todos los niveles de la vida. Vamos a hablar de los anclajes (drogas que aún la conectaban con su vida en la ratonera)  en otro artículo y cómo nuestra ratita reenfocó aquellos anclajes que iban apareciendo por miedo de las siguientes consderaciones de la Zorrita Nelson. Si te interesa allí te espero en Cómo soltar anclajes y drogas mentales.

Clave: El cambio de foco, intérprete, diccionario de la vida, mentalidad o percepción (todos son sinónimos) traen como consecuencia cambios radicales en la conducta.

Cuando abrazamos y comprendemos la información de eso que sentimos en relación a lo que parece ocurrir, se deshacen libremente esos vínculos y lealtades no por rechazo o huida sino por decisión y comprensión. Se transforma sin condenar y juzgar a las circunstancias o los personajes que han interpretado el teatrillo de la vida. Sueltan lastre, deshacen nudos emocionales y asumen su plena libertad viendo con inocencia lo que ocurre, sin posicionamiento, sin justificar, sólo tomando decisiones coherentes y honestas libres de deudas y lealtades de memorias pasadas.

Una forma de utilizar el teatrillo de la vida para reenfocar con sentido del humor y sentido común es salir de nosotros mismos, observar la obra de teatro y preguntar: ¿Qué papel interpreta cada cual? ¿Con quién se identifica o se deja de dentificar? ¿Actúas de madre o padre de tu pareja? ¿Marido o mujer, o padre de tus padres? ¿Víctima o víctimario? ¿Eres Capuleto, Montesco o estás en medio como el jueves paralizado?

¿Te crees la proyección de la obra o recuerdas que eres otra cosa? más allá de lo que interpretas y más allá del personaje que, anecdóticamente te encuentras interpretando, hay  un poder en ti. ¿Recuerdas quién eres? Sigue leyendo esto aquí. Vol2.

Gracias por Ser y por este encuentro, espero que nos sea de máxima utilidad. Te dejo más herramientas y artículos de interés aquí, junto con los podcast de esta temática.

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Herramientas complementarias

⭐Material para escuchar: Podcast, mi programa de radio y colaboraciones

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⭐Herramientas adicionales y artículos

¿Qúe pasa Cuando decides bajo los efectos del estrés, el temor, el miedo y la desconfianza…?

¿Apego y carencia o abundancia y amor? ¿Responsabilidad o culpa?

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